«No ya la muerte, sino el pensar en ella
como mujer inicua y bella
que siempre me destruye, me defiende y me salva.
Y si a veces me inflama
más que de costumbre el fuego en el que incurro,
no encuentro otro socorro que su imagen clavada en pleno corazón.
Que donde hay Muerte, no se acerca Amor.

El poema es escrito por Miguel Ángel Buonarroti en una carta a sus amigos más queridos en la que les expone los motivos (incomprensibles para ellos) por los que declina la invitación a un almuerzo conjunto en un día de condiciones óptimas para solazarse. El amor que apuntaba aquí este espinoso ser de luz era el amor de la amistad, a todos los tipos de admiraciones que de ella se daban en su interior, a las que él, masoquistamente, anteponía el recordatorio de la muerte amenazante para que no le quitaran espacio a sus inquietudes artísticas; nada podía robar tiempo a su talento.        

   
          Yo lo admiro. Lo considero «el artista de artistas»: pintura, arquitectura, escultura, entre otras bellas artes de las que poseía un dominio extraordinario (ya veis que de escritura tampoco andaba flojo…), aunque no es este control sobre varias de las ramas que nacen del árbol del arte por lo que más respeto a este ser humano sin igual, no: lo es su sacrificio. Aquello de «si crees en algo, ve a por ello cueste lo que cueste», está muy manido, creedme, y pienso que si alguien tuviera la ocasión de decírselo a él… acabaría poniendo pies en polvorosa, porque como mínimo le caerían relámpagos y escucharía truenos (el amigo M.A. tenía carácter). No os convenceré, no os contaré ningún cuento de lo que significa sacrificarse de verdad como lo hizo él, o como me he preparado yo para este momento; el resumen es que no se trata de entrenar tropecientas horas diarias para algo, trata sobre cambiar tu vida por completo, convertirte en el más duro de los espartanos; aunque tranquilos, ¡jajajá! ¡Tampoco soy un ogro! —un poco sí, va, pero porque el espejo nunca me dice que soy el más guapo 🙁 ; aunque por algo será, también, claro…—, y por estudios, experiencia vital (he vivido en varios países y viajado y bla bla bla…) y vida laboral, cuento con muuuuuuucha diplomacia (de hecho, entre otros, estudié protocolo); todo el mundo tranquilo, que nadie se alarme.

             Tras estos años de entrega a la absorción, desarrollo y perfeccionamiento de las cualidades requeridas, salgo de ella convencido, al fin, de corazón, de la forma más pura y honesta, para escribiros estas palabras y deciros que estoy listo. Este es el momento, no era antes. Estoy preparado. Mi paso posee conocimiento y discernimiento; es firme; incorruptible; conciliador; analítico; constructivo; incansable y generoso, pues os lo voy a entregar todo durante el tiempo que os haga bien, ni un minuto más: deseo trabajar sin reposo para que vosotros descanséis con el menor número de preocupaciones posible. 

               Para ello comencé fundando Tabula rasa con las dos personas más honestas, preparadas, sacrificadas y humildes que conocía, la lista de atributos ya la habréis leído en nuestra descripción, pues así son, así soy, y los profesionales que se vayan sumando al equipo así serán, siempre mirando por el desinteresado servicio público y nunca por el bolsillo y el reconocimiento propio. Con ellos hablaré, en ellos me apoyaré, ellos me aconsejarán y en ellos delegaré, porque todos seremos uno. Ahora, hagamos posible un día mejor, un trabajo mejor, una comunidad mejor, un año mejor, un futuro mejor, en definitiva, mejoremos nuestra tranquilidad individual y nuestra convivencia».

PJ de Pablo, 19 de febrero de 2025; 0:28 horas.